jueves, 21 de febrero de 2013

EL MISTERIO DE LA LAGUNA NEGRA- Thomas H. Cook



Apartes del libro importantes y aportantes
-Pero lo cierto es que en mi juventud, los días parecían no acabar nunca, y yo los arrastraba como si fueran cadenas con bolas de hierro en sus extremos.

-Cada norma me golpeaba como un latigazo y, a veces, por la noche, sentía que mi vida entera yacía enterrada bajo un pesado manto de obligaciones absurdas y reglas trasnochadas.

-El artista debe seguir sólo sus pasiones. Todo lo demás es como una soga que le oprime el cuello.

-Nunca he ocultado las razones de mi decisión. Decidí educar a mi hija como estimé más conveniente. ¿Con que propósito? Con ningún otro que el de procurar que viviera una vida libre de  la influencia limitadora de cualquier pueblo o nación, desligada de las falsas ataduras de la costumbre, la ideología o la sangre.

-Era un mundo totalmente opuesto al que me habían enseñado a respetar, en el que todo parecía estar patas arriba. El autocontrol se convertía en una forma de esclavitud, las promesas y los contratos eran meros inventos para subyugar el espíritu, la ley moral no tenía más valor que la moda pasajera. Más que cualquier otra cosa, era un mundo en el que hasta los males más oscuros parecían revestidos de cierta dignidad extraña y sombría.

-Le hablé de lo que la vida debe ser, de las cumbres que de be alcanzar, de las pasiones que debe incorporar, todo ello con la esperanza de que pudiera algún día llegar a vivir libre como un pájaro. Porque la vida es mejor cuando se vive al borde de la locura.

-Que seríamos felices-- dije, enfadado--. Si fuéramos libres para hacer lo que quisiéramos, ¿o crees tú que seríamos felices?

-Que la carencia es nuestro destino y que la fe es lo que empleamos para calmar sus horribles zarpazos.

-Lo inevitable me sorprende tan poco como lo que sucede de manera inesperada.

-Pues aún no sabemos por qué, dada la brevedad de la vida, lo profundo de nuestras necesidades y la fuerza de nuestras pasiones, no perseguimos nuestra felicidad individual como un celo aniquilador sin preocuparnos de nada más. Sólo sabeos que no lo hacemos, y que toda nuestra bondad, nuestra única posibilidad de gloria, reside en es inexplicable devoción a las demás cosas.

- La vida que tanto apreciábamos no era más que un punto de luz, un minúsculo haz de conciencia, de una fragilidad sin límites, breve, insostenible, y en eso las grandes vidas y las pequeñas estaban igualadas, todas unidas con delicadeza por un mero aliento común.

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