Cuando regresé
a mi cuarto pensé “esta gente no son mis padres, me han debido adoptar y no les
gusta como he salido”
Yo había
rechazado la religión un par de años antes. Si era verdad, convertía en idiotas
a la gente, o bien producía idiotas. Y si no era verdad, entonces eran
doblemente idiotas.
Era un tipo feo
con cicatrices en la cara, pero parecía atractivo si se le miraba el tiempo
suficiente: un atractivo que radicaba en sus ojos, en su estilo, su valentía,
su fiereza solitaria.
Leía libros por
la noche, de ese modo, bajo las mantas y con la sobrecalentada lamparilla. Leer
todos esos buenos párrafos mientras te sofocabas… era hechizante.
No dije nada
más porque cuando odias, no mendigas…
-Tiene que
aprobar sus exámenes—me dijo. Nunca se le ocurrió que quizás los libros
estuvieran equivocados. O que a lo mejor no importaban.
El agua estaba
llena de gente. ¿Cuál era la fascinación de la playa? ¿Por qué le gustaba a la
gente? ¿No tenían nada mejor que hacer? Eran unos mamones con sesos de gallina.
Sin embargo era
magnífico leerlos a todos. Mostraban cómo los pensamientos y las palabras
podían ser fascinantes, aunque fueran inútiles.
El problema es
que tenías que seguir escogiendo entre lo malo y lo peor hasta que al final no
quedaba nada. A la edad de 25 ya la mayoría de la gente estaba acabada. Todo un
maldito país repleto de gilipollas conduciendo automóviles, comiendo, pariendo
niños, haciéndolo todo de la peor manera posible, como votar por el candidato
presidencial que más le recordaba a ellos mismos.
Todo el mundo
tenía que doblegarse y encontrar un molde donde encajar. Doctor, abogado,
soldado… no importaba lo que fuera. Una vez dentro del molde tenías que seguir
adelante.
-Tu madre tiene
un tipo magnífico, Jim. ¿Cómo es que muchas mujeres tienen unos cuerpazos
fantásticos y otras parecen deformes? ¿Por qué no tienen todas un tipazo?
-Dios, no lo
sé. Quizás si todas las mujeres fueran iguales, nos aburrirían.
Podía ver el
camino que se abría frente a mí. Yo era pobre e iba a continuar siéndolo. Pero
tampoco deseaba especialmente tener dinero. No sabía qué es lo que quería. Sí,
lo sabía. Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera
que hacer nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no solo no me atraía
sino que me enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier
cosa por el estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en
la estructura familiar. Ir a algún sitio
para trabajar todos los días y después volver. Era imposible. Hacer cosas
normales como ir a comidas campestres, fiestas de navidad, el 4 de Julio, el Día
del trabajo, el día de la Madre… ¿acaso los hombres nacían para soportar esas
cosas y luego morir? Prefería ser un lavaplatos, volver a mi pequeña habitación
y emborracharme hasta dormirme.
-Cuando el señor Chinaski llega, sabemos que son las 7:30.
El señor Chinaski siempre llega a
tiempo. El único problema es que es el tiempo incorrecto
--¡La supervivencia de la raza humana depende de una
selección responsable!
Lo que significaba: vigila con quién te vas a la cama; pero
yo solo sabía eso. Realmente mosqueaba a todo el mundo
Además yo había leído por ahí que si un hombre no creía o
entendía verdaderamente la causa a la cual se adhería, de algún modo podía ser
más convincente, lo que me daba una considerable ventaja sobre a los
profesores.
Todos tenían un agujero en el culo y órganos sexuales y
bocas y sobacos. Se sentaban y charloteaban y eran tan estúpidos como la cagada
de un caballo. Las chicas tenían buen aspecto vistas a distancia, con el sol
filtrándose entre sus ropas y cabellos. Pero cuando se acercaban y mostraban
sus cerebros a través de la cháchara de sus bocas, te sentías con ganas de
escavar una trinchera en una colina y esconderte con una ametralladora.
Verdaderamente nunca sería capaz de ser feliz, casarme y tener hijos. Demonio,
ni siquiera podía tener un trabajo como lavaplatos.
Durante toda mi vida en ese vecindario me había metido en
telas de arañas, me habían atacado cuervos y había vivido con mi padre. Todo
era eternamente triste, sombrío y maldito. Incluso el tiempo era un tiempo de
perros. O era insoportablemente cálido durante semanas o, si llovía, llovía
durante cinco o seis días.
Nunca lleves un montón de dinero a la morada de un pobre. El
sólo puede perder lo poco que tiene. Por otro lado, es matemáticamente posible
que pueda ganar todo lo que traigas. Lo que debes hacer, con el dinero y con
los pobres, es no dejar que se acerquen demasiado.
No se debe sobreestimar la estupidez de la masa.
También sabía que yo era completamente sano. Todavía sabía,
como cuando era niño, que albergaba algo extraño en mi interior. Me sentía como
destinado a ser un asesino, un asaltante de bancos, un santo, un violador, un
monje, un ermitaño. Necesitaba algún sitio aislado para esconderme.
Los barrios bajos eran desagradables. La vida del hombre
normal y sano era tediosa, peor que la muerte. Parecía no haber alternativa
posible. Y la educación también era una trampa. La poca educación a la que me
había permitido acceder me había hecho más suspicaz. ¿Qué es lo que eran los
doctores, abogados y científicos? Tan solo eran hombres que habían permitido
que los privaran de su libertad de pensar y actuar como individuos.
--¡Bueno, no sé lo que harás tú, pero yo voy a intentarlo
todo! Guerras, mujeres, viajes, boda, niños, trabajos. ¡Cuando tenga un coche,
lo desmontaré por completo y luego lo ensamblaré de nuevo! ¡Quiero conocer las
cosas y que es lo que las hace funcionar! Quisiera ser corresponsal de
Washington D.C., quisiera estar ahí donde suceden las cosas.
Probablemente amaba muchas cosas: un halcón en pleno vuelo,
el maldito océano, la luna llena, Balzac, puentes, obras de teatro, el premio
Pulitzer, el piano, la maldita biblia.