Entonces, una
noche, Betty, mi amor, me lo soltó, después de la primera copa:
-¡Hank, ya no
puedo soportarlo!
-¿El qué no
puedes soportar, nena?
-La situación.
-¿Qué
situación, nena?
-El que yo
trabaje y tú te hagas el holgazán. Todos los vecinos piensan que yo te
mantengo.
-Coño, antes yo
trabajaba y tú holgazaneabas.
-Es diferente.
Tu eres un hombre, yo una mujer.
-Oh, no sabía
eso. Creía que las perras como tú andabais siempre pidiendo a gritos la
igualdad de derechos.
Tengo que decir
una cosa de aquella perra: sabía cocinar. Sabía cocinar mejor que cualquier
mujer que hubiera conocido antes. La comida es buena para los nervios y para el
espíritu. El coraje viene del estómago, todo lo demás es desesperación.
-Tenemos que
conseguir los dos trabajo—decía—para probarles que no vas detrás de su dinero,
para probarles que somos autosuficientes.
-Nena, eso es
parvulario. Cualquier imbécil puede tener un trabajo; vivir sin trabajar es
cosa de sabios. Por aquí lo llamamos chulear. A mí me gusta ser un buen chulo.
-Bueno, ahora
han conseguido ustedes un buen trabajo. Mantengan la nariz limpia y tendrán
seguridad para el resto de su vida.
¿Seguridad?
Podrías tener mucha seguridad en la cárcel. Tres paredes y ningún alquiler que
pagar, nada de utilidades, ni impuestos, ni mantenimientos infantil. Nada de
licencias de circulación. Nada de multas de tráfico. Nada de sanciones por
conducir en estado de ebriedad. Nada de pérdidas en el hipódromo. Atención
médica gratis. Camaradería con gente con intereses similares. Funeral y
enterramiento gratuitos.
-Mira, nena, lo
siento ¿pero no te das cuenta que este trabajo me está conduciendo a la locura?
Mira, vamos a dejarlo. Vamos simplemente a dedicarnos a holgazanear y a hacer
el amor y a dar paseos y a charlar. Podemos ir al zoo a ver los animales.
Podemos ir a ver el mar, está solo a 45 minutos. Podemos ir a jugar a las
maquinas en los recreativos. Podemos ir a las carreras, al Museo de Arte, a los
combates de boxeo. Podemos tener amigos. Podemos reír. Esta forma de vivir es
como la de cualquier otro: nos está matando.
-Mire, tú
vienes de un pueblo pequeño. Yo he tenido más de 50 trabajos, quizás lleguen a 100.
Nunca he estado mucho tiempo en ningún sitio. Lo que estoy tratando de decirte
es que hay un cierto juego que se practica en las oficinas de toda América. La gente
se aburre, no sabe qué hacer, así que juegan al juego del romance de oficina. La
mayoría de las veces no es otra cosa que una forma de pasar el tiempo. Algunas veces
se las arreglan para echar un polvo o dos en un aparte. Pero incluso entonces,
no es más que un pasatiempo, como jugar a los bolos o ver la televisión o
celebrar una fiesta de año nuevo. Tienes que comprender que no significa nada y
de esta forma no acabarán hiriéndote. ¿Entiendes lo que te digo?
Algunos hombres
están locos—dije yéndome hacia la puerta.
-¿Qué quieres
decir?
-Quiero decir
que algunos hombres están enamorados de
sus esposas.
Podría quedarme
aquí, pensé, ganaría dinero en el hipódromo mientras ella me cuidaba, ayudándome
a pasar los malos momentos, dándome masajes con aceite en el cuerpo, cocinándome,
hablándome, acostándose conmigo. Por supuesto, siempre habría una pelea que
otra. Así es la naturaleza de la mujer: les gusta el intercambio de trapos
sucios, una pizca de chillidos, una pizca de drama. Luego un intercambio de
juramentos. Yo no era muy bueno en el intercambio de juramentos.
Bukowski...ohhh bukowski.
ResponderEliminarLas palabras frente a sus letras son una simple chorradas de sílabas. Es la magnificencia de lo más oscuro, el recuerdo de que no siempre la felicidad y el amor son fuentes de inspiración. Que el hombre es hombre y aunque tenga en su pluma un poder casi divino, no debe alejarse de lo mundano. De ese licor que da lucidez, ese cigarrillo que inunda de musas la habitación y esa melancolía que nos llena de regocijo